Solamente aquéllos quienes han tenido la
experiencia trágica de perder un ser querido
víctima de una de las enfermedades del comer,
puede entender y apreciar por qué ofrecemos
esta lección.
Para nosotros las disorexias, o enfermedades
del comer, no son lo que tantos proponen,
“enfermedades de la alimentación” ---
Quienes sufren de ellas no piensan en
alimentarse, sino que operan bajo el mandato
de una mente con reglas distintas.
La anoréxica. No sólo no quiere engordar,
sino que detesta el pensamiento mismo de
acarrear en su cuerpo lo que la mayoría
califica como su peso “normal”.
La mujer que se pone a dieta. Esta persona
pertenece a una categoría diferente porque,
en la mayoría de los casos, consume
sustancias que son claramente no nutritivas
para lograr el objetivo elusivo de ponerse
en línea, mientras que sueña con el momento
del “atracón de recompensa”. Ellas reconocen
el aspecto físico de la anorexia, como el de
una mujer enferma --- la que no es,
decididamente, la meta apetecida.
La bulímica. También se pone a dieta,
también desea ser delgada, aunque no lucir
emaciada, y también goza de los atracones.
Lo que es diferente con ellas es que para
evitar la gordura, se dan el empacho
desmesurado de forma recurrente y luego
purgan lo ingerido, generalmente vía el
vómito autoinducido.
La persona obesa. Sufre, porque no puede
perder, o dejar de ganar de peso, pero
prosigue en el vórtice incontenible que la
arrastra a las profundidades de un destino
lleno de incapacidades y complicaciones
médicas severas.
Hay otras variedades de disorexias y de
actividades del comer y adelgazar que son
patológicas, las que, por espacio y
conveniencia, aquí no nos concernirán.
La anorexia. La mejor conocida y la más
estudiada, desde los trabajos de Morton,
Gull y Laségue, por más de tres siglos.
Apreciablemente diagnosticable en casos de
santas y ascetas, como Bell describe en su
monografía Holy Anorexia. De hecho es muy
posible que algunas de las mismas santas
fueran víctimas imprevistas de la anorexia
maligna, la que estudiaremos más adelante.
Por su aspecto físico, por su carácter como
acto de purificación, por su interés como
curiosidad, la anorexia permanece como la
más destacada y reconocida de las cuatro
dolencias que aquí nos ocupan.
Lord Byron la padeció, como asimismo
aparecería con los caracteres Natasha en
Guerra y Paz, de Tolstoy y el Artista del
Hambre, de Franz Kafka.
Para evitar imprimir los criterios
diagnósticos de la Asociación Psiquiátrica
Americana, tan difundidos, aquí nos
limitaremos a hacer una descripción
abreviada del cuadro clínico de cada una de
las entidades consideradas.
La anorexia nervosa o nerviosa
La anorexia nerviosa es un trastorno
caracterizado por:
• distorsión de la imagen corporal por lo
que hay gran miedo a ser gorda o a engordar,
aunque la pacienta luzca extremadamente
delgada
• substancial pérdida de peso
• y trastornos en el ciclo menstrual.
Habitualmente se trata de mujeres cuyas
edades oscilan entre los 11 y los 20 años y
con diversos conflictos emocionales. Un
rasgo muy común en la personalidad de la
mayoría de estas mujeres, antes de que se
desencadene el cuadro clínico, es que son
generalmente hijas muy obedientes y
ejemplares, destacadas estudiantes y
deportistas, sin trastorno alguno de la
conducta.
Su coeficiente intelectual se estima que es
elevado y la gran necesidad de impresionar
las lleva a obtener un rendimiento escolar
excelente, lo que las hace sentir cada vez
más presumidas del orgullo que sienten otras
personas ante sus logros.
Sin embargo, su inestabilidad emocional les
crea enormes dificultades para integrarse en
grupos.
Cuadro clínico
En los comienzos del cuadro aparece una gran
preocupación por el peso a pesar de ser
personas delgadas y comienzan una dieta
restrictiva o a reducir la toma de alimentos,
horrorizándose ante la idea de consumir
comidas normales.
Responden de forma hostil cuando se les hace
algún comentario favorable acerca de su
figura, los sentimientos expresados las
incomodan enormemente y prefieren permanecer
aisladas.
Se niegan a tener el peso corporal dentro de
los límites considerados estándares para su
edad y talla y/o hay un fallo en alcanzar el
aumento de peso esperado durante la etapa de
su crecimiento ya que las domina un intenso
miedo a ser gordas.
La imagen corporal se encuentra muy
distorsionada, con una excesiva influencia
de la forma en que perciben el propio peso y
la forma del cuerpo en la auto-evaluación.
El período menstrual desaparece con el
tiempo, a raíz de la caquexia, la tensión
psicológica, la disminución de la ingesta de
alimentos esenciales para producir hormonas
curiosouales y las intensas actividades que
realizan en un intento de eliminar calorías
para perder peso.
Algunas comen solas mientras preparan la
comida para otras personas con el objetivo
de medir su resistencia a la tentación.
Otras comen de modo ritualista, pretendiendo
que si mueven la comida en el plato, sin
llevarla a la boca, que otros creerán que
han comido. En ocasiones cometen atracones
de comida que después les crea una gran
angustia y son capaces de ingerir laxantes,
provocarse el vómito o pasar horas
practicando actividad física para
contrarrestar el efecto de la comida
consumida. En los casos extremos el
adelgazamiento es marcado, la piel se torna
áspera y seca, el cabello es quebradizo y
sin lustre, un pelo sedoso llamado lanugo
las cubre, las extremidades se encuentran
frías y azuladas y los músculos aparecen
atróficos.
Descripciones más detalladas y casos
clínicos abundan en la literatura científica.
Entre ellos, muchos trabajos originales que
fueran publicados por nosotros.
La apariencia cadavérica del paciente es
rasgo propio, acompañado por el exceso de
energía que utilizan en actividades
atléticas, a menudo, extremas para lograr
perder más de peso.
Tengo que rebajar, por lo menos, veinte
libras…
La anorexia nervosa maligna
Comenzó con el cuadro clínico usual. Una
joven de once años que regresa del
campamento de verano, donde la llamaran
“llenita” y decidió rebajar.
Sus dimensiones:
• Talla: 64 pulgadas
• Peso inicial: 163 libras
• Peso al retornar: 112 libras
Los padres no esperaron mucho tiempo para
buscar tratamiento, ya que conocían algo
acerca de esta condición.
Por los doce años que siguieran esta
paciente y sus familiares cercanos viajaron
por casi todo el mundo en búsqueda de una
solución a un problema que empeoraba en su
curso inexorable.
Todos los expertos conocidos de Europa,
Norteamérica y Japón fueron consultados.
Todos los métodos de tratamiento fueron
aplicados, mientras que la paciente rehusaba
alimento, se escapaba de las clínicas donde
se la internaba y usaba todas las
oportunidades posibles para correr y correr…
Murió pesando 57 libras.
La imagen que sigue dramatiza el uso de la
intubación naso-gástrica para mantenerla
viva. Puede leerse la técnica empleada en
uno de mis artículos: “Tube feeding: is it
Ever Necessary?”
La autopsia psicológica
Una necropsia hubiese asistido en entender
este caso, pero no se obtuvo, porque los
familiares la rechazaron.
Las preguntas que hay que contestar son las
siguientes:
¿Cómo puede explicarse que la dieta inicial
nunca pudo ser interrumpida ya que la
paciente nunca paró de restringir, vomitar
si la forzaban a comer, o de ejercitarse
incesantemente?
¿Cómo puede ser que el cuerpo, en este caso,
aparentemente “ignorara” las señales de los
instintos del hambre y de la supervivencia,
venciendo la resistencia a comer que a todo
esfuerzo resistiera?
¿Cómo fue que toda terapia y todo empeño que
fuese dirigido a la inteligencia de la
paciente no logró impresionar en ella que
estaba camino a una muerte cierta?
¿Qué hace que algunas anoréxicas arriesguen
la vida, conscientes de ello, ignorando toda
evidencia y la razón misma?
Las respuestas son éstas:
La dieta inicial nunca pudo ser interrumpida,
porque la paciente había logrado
distorsionar las funciones del comer
asignando una recompensa o incentivo
positivo a la sensación del hambre. Con el
hambre se aseguraba de que no estaría
engordando, y con la ausencia de los
períodos lograba lo mismo.
En su pulsión pertinaz en ser flaca y en no
ganar de peso, la pacienta todo lo arriesga,
aunque a veces lo que así pierda sea la vida.
La terapia no funciona cuando una persona no
está motivada y las anoréxicas no están
motivadas, porque temen que el designio
cubierto del terapeuta es de hacerlas
engordar.
El pensamiento mágico, con toda la negación
que lo caracteriza, es responsable por los
actos de temeridad incomprensibles en que
muchos se envuelven ignorando las
consecuencias probables.
En este caso específico, hubo un detalle de
relevancia esencial para explicar el
desenlace fatal.
La intromisión y la interferencia de
familiares cercanos
El papá sin educación formal, alcanzó éxitos
significantes en el mundo de los negocios,
estableciendo una compañía de gran prestigio
en su línea de productos. Para él era
esencial que sus cinco hijos se graduaran de
universidades prestigiosas y que
eventualmente se unieran a la firma que él
dirigiera.
Cuando la paciente demostró que estaba
progresando en la terapia, ganando un número
de libras dándole apariencia saludable. El
padre impuso su decisión de que la terapia
podría proseguir en la cercanía del recinto
de la universidad en Boston, que ella había
abandonado por estar enferma.
A pesar de que se le advirtiera de su error,
lo hizo. Ese fue el principio del fin…
En pocos años seguiría el desenlace funesto,
no sin antes tratar de que reestableciera la
terapia donde él la interrumpiera --- una
tarea que el terapeuta la calificó de
imposible, por razones de técnica.
Los efectos de la función del hipotálamo en
las disorexias
A pesar de que su tamaño sea ínfimo se sabe
que este sistema endocrino/glandular es
responsable por mucho de lo que afecta
nuestro equilibrio corporal, incluyendo el
control de las funciones del apetito y del
comer.
No es fácil regularlo, siendo aun peor, si
la paciente se opone a que lo hagan. Y,
cuando se logra su “cooperación”, aún así no
es fácil, porque el proceso de reajuste es
una labor de naturaleza minuciosa y de
duración prolongada --- por esa misma razón
es contraproducente el escapar por la vía de
la “cura” deseada, antes de que la “cura
real” ocurra.
Cuando la anorexia maligna se establece, lo
hace con la “ayuda” de factores que
interfieren con la coordinación de los
sistemas necesarios para lograr su cura. Así
fue en este caso.
La bulimia o la bulimia nervosa
La bulimia nerviosa es un trastorno del
comportamiento del comer cuya característica
principal es la ingestión de grandes
cantidades de comida de deglución fácil
durante un corto período de tiempo.
En un principio se consideraba a la bulimia
como un síntoma impulsivo que formaba parte
de otros cuadros clínicos, para
posteriormente ser considerada como con
trastorno de la misma índole que las
disorexias.
Afecta principalmente a mujeres jóvenes y
adolescentes preocupadas por su imagen
corporal y su peso. La percepción que tienen
sobre sí mismas está muy influenciada por su
ansiedad de poseer una figura esbelta y de
mantener un bajo peso de cuerpo.
Quienes la padecen, son personas muy
ansiosas, con baja autoestima y
fluctuaciones permanentes del temperamento.
Desvalorizan su imagen corporal y sienten
mucho miedo a ser rechazadas, lo que las
lleva a intentar ostentar una imagen física
ideal.
Las conductas impulsivas son frecuentes,
como la cleptomanía, la auto-mutilación, el
consumo de sustancias adictivas y, a veces,
una vida curiosoual activa pero insatisfactoria.
Es muy común que hubiera la ausencia de la
figura del padre y/o de la madre durante las
etapas tempranas del desarrollo.
Cuadro clínico
Las características principales de la
bulimia son las siguientes:
• Episodios recurrentes de atracones, en los
cuales se ingieren grandes cantidades de
comida durante un corto período de tiempo.
Este impulso comienza en cualquier momento y
es precedido habitualmente por un
contratiempo, angustia, rabia o
irritabilidad, según lo referido por muchas
mujeres. Comen cualquier tipo de alimentos,
sobre todo ricos en hidratos de carbono, con
las manos, sin tragar y empujándolos con los
dedos. Finalizan cuando ya no queda más
comida, cuando sobreviene el vómito, si se
presenta un dolor intenso en el abdomen que
no les permite continuar, o si son
interrumpidas por alguien, ya que siempre
realizan este acto en secreto y sin testigos.
• Las invade un enorme temor al no poder
parar de comer durante los episodios, por lo
que se esfuerzan en no comenzar. Aunque en
algunas personas ambas actividades se
vuelven placenteras, tanto el hartazgo como
el vómito.
• Realizan lo que se denomina comportamiento
compensatorio inadecuado, donde, para
prevenir el aumento de peso se provocan el
vómito, abusan de laxantes y diuréticos,
ayunan por largos períodos e incrementan
notablemente su actividad física en un
intento de utilizar más calorías.
• Tanto los episodios de grandes ingesta
como el comportamiento compensatorio
inadecuado se producen por lo menos 2 veces
por semana por un período de meses.
La mayor preocupación de estas personas no
es solamente adelgazar, sino que sienten un
gran temor a engordar. Tienen mayor
entendimiento de lo peculiar de su
padecimiento que las mujeres anoréxicas, lo
que les produce mayores conflictos.
Para la bulímica lo más importante es no ser
gorda. Por ello, las bulímicas con el
pronóstico más grave son aquéllas que antes
de sucumbir a la enfermedad fueron gordas.
La bulimia maligna
La enfermedad comenzó de modo característico
en la adolescencia cuando se creyera gorda,
se puso a dieta, le dio hambre y tuvo su
primer atracón, seguido por el vómito para
no recuperar el peso perdido.
Por varios años estos ciclos de harturas
sucedidos por purgas se arraigaron hasta que
decidiera no comer en exceso y simplemente
vomitar lo comido, o vomitar, aunque nada
comiera.
La paciente en su apariencia era muy delgada,
quizás en la misma categoría de muchas
anoréxicas que no lucen consumidas o
esqueléticas --- pero, sí, que son muy
delgadas.
Tenía treinta y cinco años de edad, estaba
casada, era madre de una hija de diez años y
vomitaba todo lo que comía, aunque no fuera
en exceso. En efecto, los atracones que de
joven habituara, ya no los practicaba por
que le bastaba con el vómito repetitivo que
acostumbraba.
Sus dientes eran postizos ya que el daño
iterativo del ácido clorhídrico en la boca,
destruyó sus piezas dentales cuando apenas
tuviera veintidós años.
Para tratarla fue necesario que la
admitieran repetidamente a servicios
especializados para la realimentación vía
intubación naso-gástrica y para reponer los
niveles de potasio y de electrolitos,
siempre críticos.
La paciente, en su empecinamiento por no ser
gorda, descubrió que el vómito y rumiar se
convirtieron en actividades placenteras en
las cuales derivara satisfacción que le
permitía reducir cualquier tensión.
Educación acerca de su enfermedad y de sus
posibles consecuencias le sobraban, ya que
en los grupos de terapia las respuestas
técnicas con la mayor sensatez eran las
propias. Acerca del riesgo que amenazara su
hija de caer víctima de una disorexia a su
edad crítica, le preocupaba. Pero aún así no
podía cesar de vomitar y de rumiar,
declarando de modo célebre para quienes la
conocieran que (ella): “Preferiría ser la
muerta más delgada del cementerio (donde la
enterraran) que vivir para morir siendo
gorda”.
Y así fue…
La autopsia psicológica
En este caso de desenlace fatal los factores
son diferentes a los de la anorexia.
El acto mismo de invertir el instinto de
comer y transformarlo en “descomer” adquirió
una autonomía representativa en el
hipotálamo que interpretaba el vómito como
una actividad defensiva de naturaleza
esencial para evitar la retención de
sustancias nocivas (en este caso, el
alimento) en el cuerpo.
Esa explicación se aproxima a la que algunos
antropólogos proponen para explicar los
vómitos del embarazo, que ocurren de modo
paradójico cuando la paciente necesita más
nutrición.
La otra hipótesis que puede ser entretenida
es la que avanzáramos en otro estudio, donde
describimos el caso de los trastornos
hipotalámicos resultado del uso imprudente
de fármacos para inducir el aumento de peso
en anoréxicas.
La actividad de las endorfinas en la
producción del placer puede ser invocada,
como también la de la serotonina cuando el
fantasma de la gordura se disipa por no
haber comido nada.
Lo que sucedió en este caso en sus fases
tempranas, fue la disrupción de la empatía
en la terapia, cuando guiado por el deseo de
que la paciente se recuperara para celebrar
su boda, el terapeuta accediera a que ella
estaba “lista” cuando aún no lo estaba.
Su “cura” para satisfacer a los demás
llevaría a la cronicidad y a la muerte en
este caso.
La dieta como actividad normativa
La psicóloga canadiense Janet Polivy, en
comunicación personal, nos dice,
refiriéndose a la actividad de dietar, que
como es un patrón tan común en nuestra
cultura, que a todos nos afecta directa o
indirectamente, que lo “normal” es estar a
dieta y el no estarlo es lo anormal.
Por supuesto, mucho hemos escrito acerca de
la dieta restrictiva e insensata como
perteneciendo al grupo de las disorexias,
especialmente cuando de ellas se originan
algunas de las patologías que aquí
estudiamos, incluyendo, a menudo, el
sobrepeso, la anorexia, la bulimia y la
obesidad.
La ubicuidad de las leyes dietéticas que
rigen muchas religiones y la asociación de
las mismas con la elevación espiritual, como
aparece en las vidas de tantas santas de la
Iglesia Católica, hacen que esta actividad
tenga un considerable abolengo.
Pero la gordura como epidemia no siempre ha
existido y se debate aún si las Venus de
Willendorf del paleolítico no eran más que
la expresión de una excepción, que la de un
testimonio de admiración anatómica/estética.
El primer libro de dieta: un best seller
La primera publicación dedicada a la dieta
se hizo en Londres a mediados del siglo XIX
por un director de funeraria, llamado
William Banting. Fue un éxito monumental en
cuyo espíritu han capitalizado tantos
seguidores que venden falsas promesas y
defraudan al incauto.
La profesión de dietista es nueva, y como
tantas que son limítrofes con otras
profesiones allegadas, su verdadero alcance
se desconoce.
Cuando uno se siente enfermo lo que
usualmente se hace es acudir al médico.
Cuando uno está gordo, se acude al gimnasio,
al dietista o a ambos. Antes se iba al
endocrinólogo, porque se creía, de modo
erróneo, que las gorduras eran expresión de
trastornos tiroideos.
Pero, no es tan simple, ni los resultados
obtenidos de esas visitas son tan gratos,
como se debiera esperar.
La dieta maligna o la enfermedad de dietar
Si una mujer joven, creyéndose gorda, decide
restringir su consumo de comida, con o sin
la ayuda de un profesional y el resultado es
que:
• Engorda y no puede perder el peso que
aumentara
• Restringe más y se vuelve anoréxica
• Se empacha y vomita, comenzando un ciclo
de comportamientos bulímicos
• Desarrolla problemas de índole de
deficiencia vitamínica con parálisis de
algunos músculos, trastornos neurológicos
severos con ataxia y temblores, o trastornos
psiquiátricos de tipo paranoico
• La piel se le arruina con tachas afeadoras
Si lo arriba descrito, y muchas otras
complicaciones posibles emergen, entonces
podemos hablar de la dieta maligna, ya que
en casos extremos las dietas pueden acarrear
consecuencias aciagas.
Un caso ilustrará lo que tratamos de exponer
Una paciente de 21 años sufría de anorexia
restrictiva, para lo que la familia la
condujo a la consulta de una dietista en una
ciudad norteamericana. Esta sería la misma
dietista que había recomendado un régimen
para reducir, cuando la pacienta era obesa.
Régimen que la paciente siguiera por seis
años manteniendo su peso a un nivel que no
permitía las menstruaciones normales.
La razón por mi consulta fue que la paciente
se creía que padeciera de una parálisis del
pie de origen histérico.
El diagnóstico fue el de una parálisis del
músculo del peroné con un declive del pie
que, carente de estímulo nervioso, no podía
levantar. La causa una avitaminosis B.
La misma paciente, siguiendo dietas
similares tuvo problemas con el embarazo y
un atentado suicida cuando los trastornos
severos de la personalidad de que sufriera
se achacaran a una falta severa de vitamina
B12.
Problemas análogos se diagnostican cuando
muchas pacientes se orientan a sí mismas con
lo que leen en las revistas que siempre se
encuentran en el salón de belleza o cuando,
sin conocimiento alguno, deciden adoptar un
estilo de comer vegetariano estricto.
La dieta, a menudo se pone en manos de los
entrenadores de gimnasio, cuyos consejos, a
veces son que las anoréxicas continúen
perdiendo de peso, que la “asistencia”
provista por laxantes y eméticos son
deseables para perder de peso y que los
esteroides anabólicos son recomendables para
el aumento de la masa muscular.
La dieta es maligna o perniciosa, cuando se
aparta de su objetivo de proveer regimenes
adecuados como para el tratamiento de
ciertas enfermedades establecidas, la
diabetes o la intolerancia del gluten;
convirtiéndose en vez, en la enfermedad
misma que pretende remediar.
La obesidad
Comenzaremos con algunas consideraciones
generales, ya que hemos descrito esta
condición con mucha frecuencia en otras
publicaciones.
Actualmente, la obesidad constituye el
trastorno del comer más frecuente de los
países industrializados. Por ello y porque
es un factor de riesgo para la aparición de
diabetes, enfermedades cardiovasculares,
hipertensión arterial, algunos tipos de
cáncer, la obesidad representa un importante
problema de salud pública.
La obesidad constituye un exceso de tejido
adiposo que va acompañado de un aumento del
peso corporal representado un riesgo para la
salud.
Causas y consecuencias
La causa o causas reales se desconocen.
La más aceptada propone que existe un
desequilibrio del balance alimenticio en el
que participan tres factores fundamentales:
la herencia, la ingesta de calorías en
exceso y el gasto energético.
Como antes hemos expresado, el conocimiento
actual es tan debatible, como impreciso.
Muchos buscan una explicación en la comida,
mientras que otros dirigen sus esfuerzos a
localizar un gen que la explique, mientras
que el rol de la adaptación/evolutiva se
ignora.
¿Qué consecuencias puede traer?:
• Aparato cardiovascular: hipertensión,
arteriosclerosis, várices de los miembros
inferiores.
• Aparato respiratorio: se produce un
aumento del trabajo respiratorio para mover
la caja torácica y el abdomen con dificultad
para respirar. La apnea obstructiva del
sueño, o Síndrome de Pickwick es una
complicación severa.
• Manifestaciones metabólicas: el 80% de los
diabéticos Tipo II, en el momento del
diagnóstico, son obesos. Existe también un
aumento del colesterol.
• Aparato digestivo: intolerancia a ciertas
comidas, flatulencia, aumento del tamaño del
hígado por depósito de grasa.
• Otros sistemas: pueden estar afectados.
Cuadro clínico
Es típico en la mayoría de los casos. Una
persona joven que se alimenta exclusivamente
de comidas de alta densidad calórica,
conteniendo grasas animales y azúcares
simples, acopladas por una lujuria
incontrolable de comer por comer y por
placer, eliminando de su ingesta aquellos
alimentos esenciales como son los vegetales
y frutas, a favor de refrescos, comidas
rápidas y cosas similares.
El comienzo en los adultos varía, ya que
algunas mujeres abandonan el miramiento de
sus libras cuando salen embarazadas y
algunos hombres lo hacen cuando se casan.
El estrés es un factor demostrado.
Tratamiento
El tratamiento de la obesidad no está
orientado únicamente a tratar el exceso de
peso, sino a mejorar el estado general de
salud de las personas con exceso de peso.
Las pautas más comunes recomendadas a seguir
son las siguientes:
• Reducción del aporte calórico: con dietas
hipocalóricas equilibradas en cuanto a
proteínas, fibras, grasas e hidratos de
carbono. El resultado de esta maniobra es
impredecible y puede conllevar a aumentos de
peso. Así comienza el famoso “yo-yo” dieting.
• Aumento del gasto energético: un programa
de ejercicio físico adaptado a las
condiciones del individuo. Lo que no siempre
es un método seguro, como tantos pueden
confirmar.
• Agentes medicamentosos: el empleo de
agentes depresores del apetito solo se
utiliza como complemento al tratamiento en
un grupo limitado de personas obesas. Su uso
constituye la ilusión de los manufactures de
los mismos, ya que su mercado es vasto.
• Psicoterapia: es importante estimular la
motivación de estos enfermos ayudándoles a
seguir la dieta y a modificar su actitud
respecto a las comidas. Generalmente no
funciona por sí misma.
• Cirugía Bariátrica: cuando todo lo demás
fallara y existe la súper-obesidad.
La obesidad maligna
Comenzó como ya hemos descrito. El padre un
hombre de mucho éxito en sus negocios y con
mucha habilidad natural que le permitiría
que su propia obesidad no se convirtiera en
obstáculo social. En su vejez temprana
sufría de muchas complicaciones de ser
robusto, incluyendo problemas de índole
curiosoual, lo que molesta a ambos, su pareja y
a él, como dechado del éxito en la vida que
fuera.
El niño, dado a la fantasía y a ser
solitario, comenzó a jugar con sus
artefactos electrónicos muy temprano,
comiendo helados, bizcochos y bebiendo
refrescos mientras lo hacía.
Las dietas restrictivas principiaron muy
temprano para él, ya que todos en la casa
deberían participar en el plan de reducción
que se diseñara con frecuencia para los
padres.
Los tiempos de regocijo se alternarían con
períodos de desilusión, ya que el peso
perdido retornaba con perversa presteza.
Una vez la familia envió a tres hijos a un
spa en las afueras de Tusón, donde perdieran
todos, en conjunto, 120 libras… Las que
ganaron con un dividendo adicional de
sobrepeso seis meses más adelante, cuando
salieran del control estricto del personal
del spa.
A los diecisiete años pesaba 300 libras, a
los 22, 400.
Casó, empezó a trabajar con el papá, pero
tuvo su primer ataque coronario cuando
cumplió 31 años. La diabetes se presentó
cuando cumpliera 32, la hipertensión al año
siguiente.
Cuando sufriera el segundo ataque coronario
viajó a Cleveland donde le hicieron una
intervención quirúrgica gastroplástica.
Todavía, a pesar de ya no ser “flaco”,
porque ha recuperado muchas de las libras
perdidas, trata de comer en exceso, no
camina o hace ninguna forma de ejercicio.
Sueña acerca de los dulces prohibidos y,
cuando sale a cenar con sus amigos, come más
de lo que puede, sintiéndose enfermo y
sufriendo desmayos.
No ha muerto, aunque se lamenta que su vida
es peor que si ya lo estuviera porque lo que
le apetece no puede consumir. El cirujano
que lo operó lo considera un fracaso de la
cirugía y rehúsa a verlo de nuevo, añadiendo
injuria a su miseria.
La aclaración fisiológica y psicológica
Obviamente ser delgado, comer sin miedos,
ser feliz, son goles que a todos nos atraen.
Ser esbeltos, flexibles, vigorosos y ágiles
aun dentro de la vejez avanzada son
cualidades deseables.
¿Por qué es, entonces, tan difícil para
tantos, lograr perder unas libras y mantener
el peso perdido?
Porque ambas actividades: engordar y
enflaquecer --- por haber engordado --- son
contranaturales.
Nuestro cuerpo, ya hemos dicho muchas veces,
está regido por las actividades
inquebrantables del hipotálamo cerebral que
hace de nuestro peso y de lo que comemos,
asuntos de alcances extremas.
Porque fallamos en considerar el factor
hipotalámico, no damos pie con bola cuando
se tratan de controlar las disorexias,
muchas que, como ya hemos visto han
adquirido proporciones malignas.
En resumen
Dando una mirada a lo obvio y actuar
sorprendido es el Perogrullo de los ignaros.
Los gobiernos occidentales saben --- porque
lo saben, los riesgos de los fast food, de
lo que se sirve a los niños como “comida” en
los colegios, de los peligros inherentes de
algunos aditivos como el aceite de palma y
el HFCS, y de la progresión incontenible de
la obesidad y de las otras disorexias,
mientras rehúsan responder para no amenazar
los intereses de “Quienes de los Vicios se
Benefician”, título de otro trabajo que
publicara hace unos años.
Pero, las disorexias pueden tener
consecuencias funestas, y inexorablemente,
son la responsabilidad de todos. Quizás
muchas anoréxicas y bulímicas que arriesgan
la vida para no ser gordas, lo hacen
mientras tratan de escapar desesperadamente
el destino de una especie que sigue
engordando hacia su extinción.
Nota: Para el entendimiento de la rumia,
como disorexia, referimos al lector a un
artículo bajo mi rúbrica que apareciera en
Psychosomatics.
Publicado en la Revista Chilena Psikis 13 de
mayo del 2007
Dr. Félix E. F. Larocca
f.larocca@codetel.net.do
Un
Agradecimiento muy especial al Dr. Félix
E. F. Larocca por su colaboración con este portal y sobretodo
por el contenido tan bien realizado
esperamos sea de gran ayuda a la
juventud de Hispanoamerica .
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