El experimento de Milgram fue un famoso
ensayo científico de psicología social
llevado a cabo por Stanley Milgram,
psicólogo en la Universidad de Yale, y
descrito en un artículo publicado en 1963 en
la revista Journal of Abnormal and Social
Psychology bajo el título Behavioral Study
of Obedience y resumido en 1974 en su libro
Obedience to Authority: An experimental View.
El propósito de la investigación fue la de
medir la buena voluntad de un participante a
obedecer las órdenes de una persona en
autoridad, aun cuando éstas pudieran entrar
en conflicto con su conciencia personal.
Cuando Milgram se inspirara, en su mente
persistían los horrores del holocausto nazi.
Para nosotros, como objeto de esta lección,
en nuestras mentes otras imágenes persisten,
las: de Nord Corea, Rusia, China, Cuba,
Santo Domingo, Chile, Haití, los Estados
Unidos de Guantánamo y de Dixie --- y la de
la enumeración interminable de países donde,
con entusiasmo y fervor, seres humanos
cometen y han perpetrado los crímenes más
horripilantes contra la humanidad --- sin
incluir los asesinatos, por la Inquisición
cometidos. (Véase mi artículo: Serpientes
disfrazadas de seres humanos, la
psicopatología del psicópata).
La Torre del Homenaje --- donde Trujillo
torturaba a sus enemigos…
Que lo hicieran en nombre de Dios, de una
idea, de una causa --- pero, lo que importa
es que no tenían que hacerlo. (Véanse mis
artículos: El zelota como heraldo del mal:
Dios ha Muerto… y Nietzsche; ¿De qué Murió?
y ¡Médico! en monografías.com).
Los experimentos comenzaron en julio de
1961, un año después de que Adolf Eichmann
fuera juzgado y sentenciado a muerte en
Jerusalén por crímenes contra la humanidad,
por él cometidos durante el régimen de
Hitler en Alemania. Milgram estaba intrigado
acerca de cómo un hombre completamente
normal, e incluso aburrido, y que no tenía
nada en contra de los judíos había podido
ser un activo participe del Holocausto. ¿Podría
ser que él y el millón de sus cómplices
únicamente siguiesen órdenes?
Milgram lo resumiría al escribir, de esta
manera:
“Los aspectos legales y filosóficos de la
obediencia son de enorme importancia, pero
dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la
gente se comporta en situaciones concretas.
Monté un simple experimento en la
Universidad de Yale para probar cuánto dolor
infligiría un ciudadano corriente a otra
persona simplemente porque se lo pedían para
un experimento científico. La férrea
autoridad se impuso a los fuertes
imperativos morales de los sujetos (participantes)
de lastimar a otros y, con los gritos de las
víctimas sonando en los oídos de los sujetos
(participantes), la autoridad subyugaba con
mayor frecuencia. La extrema buena voluntad
de los adultos de aceptar casi cualquier
requerimiento ordenado por la autoridad
constituye el principal descubrimiento del
estudio”. (S. Milgram: The Perils of
Obedience).
Donde la dictadura del 1976-1983 torturaba
los suyos en Buenos Aires
El experimento mismo
A través de anuncios en un periódico de New
Haven se solicitaban voluntarios para
participar en un ensayo relativo al "estudio
de la memoria y el aprendizaje" en Yale. Por
lo que se les ofrecieran cuatro dólares más
comidas.
A los voluntarios que se presentaron se les
ocultó que en realidad iban a participar en
una investigación sobre la obediencia a la
autoridad.
Los seleccionados eran personas de entre 20
y 50 años de edad, de todo tipo de educación
--- los había que acababan de salir de la
escuela primaria y otros con doctorados.
El observador, al introducirse al candidato
a investigar, presentaba a otro individuo,
que se hacía pasar también por participante,
pero que en realidad es un cómplice del
investigador. Entonces les informaba que
estaban tomando parte en un experimento para
examinar los efectos del castigo en el
comportamiento del aprendizaje y la memoria.
Asimismo les indicaría que la investigación,
usando el castigo en este campo de la
ciencia era escasa, y que aún se desconocía
cuánto sufrimiento era necesario aplicar
para optimar la experiencia.
A continuación, cada uno de los dos
participantes escogía papel de una caja que
determinaría su rol en el experimento. El
cómplice tomando su papel, leería que había
sido designado como "alumno". El
participante voluntario tomando el suyo, y
leyendo que dijera "instructor", se
aprestaría para su tarea.
En realidad en ambos papeles se escribía "instructor"
y así se lograba que el voluntario, con
quien se va a experimentar, recibiera,
inevitablemente, el papel de "instructor".
Separado por un módulo de vidrio del "instructor";
el "alumno" se sentaba en una especie de
silla eléctrica a la que lo amarraran para
"impedir movimientos excesivos". Se le
colocaban unos electrodos en su cuerpo con
crema "para evitar quemaduras" y se señalaba
que las descargas eléctricas que recibiría
podrían llegar a ser extremadamente
dolorosas pero que no producirían daños
irreversibles.
Todo esto lo observaba el “instructor”
Adolf Eichmann
La prueba comenzaba dando, tanto al "instructor"
como al "alumno", una descarga real de 45
voltios con el fin de que el "instructor"
comprobara el dolor de la descarga y la
sensación desagradable que recibirá su "alumno".
Seguidamente el investigador, sentado en el
mismo módulo en el que se encontraba el "instructor",
proporcionaba al mismo una lista con pares
de palabras que había de enseñar al "alumno".
El "instructor" comenzaba leyendo la lista a
este último, y tras finalizar le leería
únicamente la primera mitad de los pares de
palabras, dando al "alumno" cuatro posibles
respuestas para cada una de ellas.
Éste indicará cuál de cada palabra
correspondía con su par leída, presionando
un botón (del 1 al 4 en función, de cuál
cree que fuera la correcta). Si la respuesta
era errónea, el "alumno" recibiría una
primera descarga de 15 voltios que seguiría
aumentando en intensidad hasta los 30
niveles de descarga existentes, es decir,
450 voltios.
Si era correcta, se pasaba a la palabra
siguiente.
El "instructor" creía que estaba dando
descargas al "alumno" cuando en realidad
todo era una farsa. El "alumno" había sido
previamente instruido para fingir los
efectos de las sucesivas descargas. Así, que
a medida que el nivel de intensidad
aumentaba, el "alumno" comenzaba a
contorsionarse frente al vidrio que lo
separaba del "instructor" mientras se
quejaba de su condición de enfermo del
corazón. Luego chillaría de dolor,
suplicando que el experimento cesara, y
finalmente, al alcanzarse los 270 voltios,
gritaría en agonía. Lo que el participante
escuchaba era en realidad una grabación de
gemidos y gritos enlatados. Si el nivel de
supuesto dolor alcanzaba los 300 voltios, el
"alumno" dejaría de responder a las
preguntas y se escucharían estertores
sugestivos de un síncope o de un lapso en
coma.
Por lo general, cuando los "instructores"
alcanzaban los 75 voltios, se ponían
nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos"
y deseaban parar el experimento, pero la
férrea autoridad del investigador les hacía
continuar --- lo que harían sin titubeos.
Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "instructores"
se detenían y cuestionaban el propósito del
experimento. Mientras que cierto número
continuaba; asegurando que ellos no se
hacían responsables de las posibles
consecuencias. Algunos participantes
incluso, comenzaban a reír entusiasmados al
oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".
Si el "instructor" expresaba al investigador
su deseo de no continuar, éste le indicaba
autoritariamente y con firmeza:
• Continúe, por favor.
• El experimento exige que usted continúe.
• Es absolutamente esencial que usted
continúe.
• Usted no tiene opción alguna. Debe
continuar.
Si después de esta última frase el "instructor"
se negaba a proseguir, el experimento se
interrumpía. De lo contrario, éste paraba
después de que se hubiera administrado el
máximo de 450 voltios tres veces
consecutivas.
En el experimento original, el 65% de los
participantes (26 de 40) aplicaron la
descarga de 450 voltios, aunque muchos
expresaran dificultades al hacerlo.
Todos pararían a cierto nivel, cuestionando
la racionalidad para el experimento ---
algunos incluso ofrecieron el retorno del
dinero que les habían avanzado.
Sin embargo, ningún participante se negó
rotundamente a aplicar más descargas antes
de alcanzar los 300 voltios.
La revisión posterior de los resultados y el
análisis de los múltiples test administrados
a los participantes demostraron que los "instructores"
con un contexto social más parecido al de su
"alumno" interrumpían el experimento mucho
antes. Quizás porque se identificaban con
ellos.
Además de este proyecto. Milgram realizó
otros tipos de diseños de investigación en
los cuales utilizara ratones. Acerca de los
últimos, Milgram filmó una película
documental que demostraba los experimentos y
sus resultados. La película fue titulada
Obediencia, cuyas copias originales son
difíciles de encontrar hoy en día.
Antes de llevar a cabo el experimento, el
equipo de Milgram estimó cuáles podrían ser
los resultados en función de encuestas
hechas a estudiantes y psicólogos. En
promedio, todos consideraron que la media de
descarga eléctrica se situaría en 130
voltios con una obediencia al investigador
del 0%. Todos ellos creyeron unánimemente
que solamente algunos sádicos aplicarían el
voltaje máximo.
El desconcierto fue grande cuando se
comprobó que el 65% de los sujetos que
participaron como "instructores",
administraron el voltaje límite de 450 a sus
"alumnos", aunque a muchos les colocara el
hacerlo en una situación absolutamente
desagradable.
Ningún participante paró en el nivel de 300
voltios, límite en el que el alumno dejaba
de dar señales de vida.
Otros psicólogos después, llevaron a cabo
variantes de la prueba con resultados
similares, pero inconsistentes.
Cámara de tortura, o “enseñanza” en los
“Cuarentas” de Trujillo
En 1999, Thomas Blass, profesor de la
universidad de Maryland publicó un análisis
de todos los ensayos de este tipo realizados
hasta entonces, y concluyó que el porcentaje
de participantes que aplicaban voltajes
considerables se situaba entre el 61% y el
66%.
Lo primero que se preguntó el desconcertado
equipo de Milgram fue cómo era posible que
se hubiesen obtenido estos resultados. A
primera vista, la conducta de los
participantes no revelaba tal grado de
crueldad latente, ya que se mostraban
preocupados por su propia conducta. Todos se
mostraban nerviosos y angustiados por el
aspecto que estaba tomando la situación y,
al enterarse de que en realidad el
“conejillo de indias” humano no era más que
un actor y que no le habían hecho daño,
suspiraban aliviados.
Por otro lado, todos, sin excepción, eran
plenamente conscientes del dolor que habían
estado infringiendo, pues al preguntarles
por cuánto sufrimiento había experimentado
el alumno la media fue de 13 en una escala
de 14.
El experimento planteó preguntas sobre la
ética de la experimentación científica en sí
misma, debido a la tensión emocional extrema
sufrida por los participantes (aunque se
podría decir que dicha tensión fue provocada
por sus propias y libres acciones).
La mayoría de los científicos modernos
consideran hoy el experimento como inmoral,
aunque dio lugar a valiosos estudios sobre
la psicología humana.
En defensa de Milgram hay que señalar que el
84% de los participantes dijeron a
posteriori que estaban "contentos" o "muy
contentos" de haber participado en el
estudio y un 15% dirían que les era
indiferente. Muchos le expresaron su
gratitud más adelante; y Milgram recibió en
varias ocasiones, ofrecimientos y peticiones
de participar de nuevo, por parte de los
voluntarios originales.
Muchas variantes de la capacidad,
aparentemente ingénita, de nuestra especie
para infligir el dolor a sus congéneres han
aparecido en forma de investigaciones
variadas, algunas de las que aquí listamos:
• Experimento de Sheriff
• Experimento de Asch
• Experimento de la Cárcel de Stanford (que,
a continuación, veremos)
• Experimento de Robbers Cave
• Del control social, y
• El Señor de las Moscas
El Señor de las Moscas, no fue un
experimento sino que fue una novela que ha
sido adaptada a la cinematografía y cuyo
interés reside en que destaca la capacidad
del ser humano a mostrar el sadismo desde
muy temprana edad.
El Señor de las Moscas (Lord of the Flies)
es la primera y más célebre novela de
William Golding, publicada en 1954. Se
considera un clásico de la literatura
inglesa de posguerra. En el año de su
circulación no tuvo apenas difusión,
manteniendo un volumen escaso de ventas.
Años más tarde alcanzó gran fama en
Inglaterra, considerándose imprescindible su
lectura en colegios e institutos.
Es esencialmente, una novela distópica.
La obra trata el tema de la naturaleza
humana a partir de la historia de un grupo
de niños que queda aislado en una isla
después de un accidente aéreo volando sobre
el mar. Los niños se encuentran en un
entorno desconocido y sin lo que
dará pie a situaciones inusitadas.
El autor, en este libro, refleja en el
comportamiento de los protagonistas, varios
de los sentimientos básicos humanos.
Así, que más allá de considerarse como obra
de aventuras, El Señor de las Moscas se
acoge como un sutil análisis de los
instintos e impulsos que rigen a las
personas en su estado más elemental. Algo
que muestra los comportamientos humanos en
un estado natural y desligado completamente
de la moralidad socialmente impuesta.
Desde el comienzo, el grupo comenzará a
organizarse de acuerdo a los patrones para
ellos familiares: se reparten las tareas
para construir refugios y encontrar posibles
fuentes de alimentos. Eligen un jefe, como
persona que medie en posibles conflictos y
que tenga la última palabra a la hora de
tomar decisiones sobre asuntos delicados. (Véase
Tótem y Tabú por S. Freud).
La verdadera esencia del hombre, su
naturaleza intrínseca, aparece de forma
explícita en la novela, colocando a los
protagonistas en situaciones extremas que
van poniendo a prueba valores morales y
otros elementos humanos.
Temas como la religión y el destino están
representados en la obra de Golding de una
manera figurada, empleando otros elementos a
modo de suplentes. Las fuentes de nuestros
temores, el origen de nuestras tradiciones y
las raíces de nuestros ideales en los
albores de la sociedad son otros de los
temas que el libro refleja.
El autor hace que el lector se formule todo
tipo de preguntas poco frecuentes, desde la
necesidad de los humanos de vivir en
harmonía hasta la barbarie en la que
viviríamos quizás en ausencia de normas y
leyes. (Véanse mis artículos acerca de los
principios de la moralidad y de la Ley
Natural en monografías.com).
Volviendo a la realidad…
Como corolario, Milgram no pudo obtener,
merecidas posiciones académicas, por la
reacción negativa que tantos expresarían
acerca de sus investigaciones. Muriendo a la
edad temprana de 51 años, víctima de un
ataque al corazón --- muchos teorizan que
fuera presa del estrés.
Ya tendremos una oportunidad de pensar
acerca de esto. Mientras tanto examinemos
otro experimento que hizo época en el campo
del potencial que, como humanos, tenemos,
para hacer que otros sufran.
El experimento de la Prisión de Stanford
University: El Símbolo de Lucifer…
Dr. Félix E. F. Larocca
Philip Zimbardo, un psicólogo norteamericano,
decidió en el año 1971, investigar el efecto
simple, de encontrarse en una prisión para
despertar en ambos, carceleros y prisioneros;
la necesidad y el uso --- o abuso --- del
poder y el control para avasallar a los
demás --- Pero, como en mi ponencia, El
Retrato de Dorian Gray que aparece en
monografías.com; el diablo lo estaba
escuchando, sin que Zimbardo se percatara.
Zimbardo seleccionó un grupo de 24
estudiantes, del curioso masculino, de la
Stanford University que se ofrecieran como
voluntarios para un experimento diseñado
para entender la esencia de los
comportamientos arriba descritos.
En otras palabras, si seres normales,
estando en una situación artificial --- por
el mero hecho de estar en la misma --- esto
los hiciera, comportarse del modo esperado.
Zimbardo nos dice en su libro que las
máscaras nos permiten expresar nuestra
maldad --- en esto tiene razón. (Véase mi
artículo: Saturnalia, Fe y Terror: De cómo
los antifaces no nos protegen…).
Zimbardo asignó a cada persona la posición
de guardián o prisionero echándolo a cara o
cruz. Su única preocupación era que nadie
tomaría este asunto seriamente.
Muchas sorpresas le aguardaban…
Los voluntarios se identificaron con sus
papeles ficticios como si estuviesen
viviendo la misma realidad. En menos de 36
horas dentro del experimento, uno de ellos
tuvo que ser descargado por depresión
severa, otros se volvieron incontrolables y
ansiosos; y en menos de una semana otros
sufrieron síntomas de trastornos
psicosomáticos serios.
Más alarmantes fueron las demostraciones de
crueldad que los “guardianes” exhibieran.
Desde forzar a los presos a ejecutar labores
tediosas, repetitivas y humillantes hasta
hacerlos cantar canciones ridículas
mofándose de sus propias personas.
En una situación, un guardián obligó a uno
de los prisioneros a hacer flexiones de
pecho, mientras que él se sentaba en su
espalda.
Todos los participantes en el experimento se
envolvieron tan en lleno en el estudio que
muchos perderían la noción de que estaban
actuando --- viviendo como “realidad”, la
experiencia ficticia con que se habían
identificado.
Zimbardo mismo, abandonó su ecuanimidad y
comenzaría a esperar penalidades más severas
para quienes violaran las reglas de la “prisión”.
Fue una colaboradora de este último, quien
causaría la conclusión del experimento ---
en menos de seis días --- cuando la
situación se tornaría espantosa.
Los experimentos de Milgram y de Zimbardo se
aceptan como piedras angulares del campo de
la psicología social. Demostrando claramente
que situaciones aberrantes pueden evocar
respuestas monstruosas aun en personas
normales.
Sadismo norteamericano en Irak
En su libro The Lucifer Effect, por nosotros
citado en muchas ponencias, Zimbardo
investiga los daños que tantos han infligido
a otros, desde sus posiciones asumidas del
poder, aunque éste no fuera ficticio, como
en el caso de su experimento.
Citamos algunos:
• Los ejecutivos fraudulentos de Enron y
WorldCom
• El abuso curiosoual de tantos sacerdotes
• La masacre de My Lai en Vietnam
• La tortura sistemática por los militares y
la policía de tantos países, para todos
familiares
• Los suicidios de Jonestown
• Los genocidios de Rwanda y de los Balcanes
• Los desfalcos por tantos banqueros,
economistas y políticos --- tan familiares
para los dominicanos
En espíritu de optimismo altruista este
autor considera que todas estas tragedias
pudieran haber sido evitadas si las
lecciones conocidas hubiesen sido aplicadas
con sabiduría.
Lo que sabemos es una quimera.
Lo que sí es relevante es que, en este caso,
Zimbardo no se detiene en adjudicar la razón
a la constitución del individuo como ente,
sino que también toma en consideración las
fuerzas y el poder del entorno en el cual el
individuo se desenvuelve, actuando como
impulsos situacionales muy poderosos.
Un aspecto que sobresale en esta situación
es de aprender de cómo se aplica de manera
inquietante a los abusos y torturas
gratuitas e inhumanas. Algo que el turno
nocturno en la prisión infame de Abu Ghraib
en Irak dispensara a los desventurados
prisioneros --- especialmente el sargento
Chip Frederick, quien confrontaría una corte
marcial por sus crímenes.
Lo que --- quienes hayan vivido, como lo han,
tanto ciudadanos de Hispanoamérica --- no
tiene escapatoria --- es que todos
colaboraron, a su manera, en propiciar los
crímenes que nuestros dictadores perpetraran,
cuando estuvieran en posición de cometerlos.
Ella es enfermera norteamericana en Irak. Él
es víctima de la “Guerra de Bush” en su
pueblo
Lo que Milgram enfatiza es la ubicuidad del
cómplice y Zimbardo, la identidad asumida.
El último investigador utiliza el término
del “Efecto de Lucifer” para adaptar la
transformación de lo bueno en lo malo,
epitomizado en la historia de la
metamorfosis de Lucifer, el favorito de Dios,
en Satán.
Concluyendo, angustiado, que es típico del
ser humano poder comportarse con crueldad
inédita en situaciones específicas, como
culminara en el juicio de Adolf Eichmann en
Israel.
Como buen psicólogo, Zimbardo nunca abandona
su inclinación profesional a ofrecer pautas
y sugerencias --- no del todo prácticas ---
para reconocer, anticipar y desviar el mal.
Aún nos enseña que el heroísmo no se ha
estudiado sistemáticamente --- tal vez
porque no hay muchos y porque la mayoría
murió…
Pero, sus intenciones permanecen laudables.
Al final, quedamos en el mismo lugar donde,
en principio estuviéramos, antes de iniciar
los experimentos clásicos a los cuales
aludiéramos en esta lección.
Nuestros líderes condenan la corrupción
para, dada la oportunidad, sumergirse en la
misma con más entusiasmo que todos sus
predecesores.
Los faros atenuados que alumbran el sendero
de nuestra moralidad, lo hacen plantados
firmemente en la roca de la hipocresía más
abyecta --- por eso no brillan.
Nuestros banqueros, que castigan
despiadadamente a quienes unos centavos les
roban, penalizan con brutalidad inhumana a
quienes no cuadran la caja.
Y aquéllos que se abandonan en el
espectáculo del culto de la religión
organizada; aquí lo hacen para revestir su
soberbia con la ostentación grosera de sus
riquezas, ignorando al pobre a quien
desprecian.
Cuando Übermensch fuera, por Nietzsche
concebido, como por Golding fuera, el Señor
de las Moscas, ambas metáforas nos recuerdan
de nuestro Paraíso Perdido y de que estamos
muy ajenos y remotos de la divinidad.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
f.larocca@codetel.net.do
Un
Agradecimiento muy especial al Dr. Félix
E. F. Larocca por su colaboración con este portal y sobretodo
por el contenido tan bien realizado
esperamos sea de gran ayuda a la
juventud de Hispanoamerica .
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