Londres, el 25 de octubre del
2007. La ciudad durmiente, despierta a
noticias chocantes que estremecen el mundo
de la ciencia:
James D. Watson renuncia, bajo presión, a su
cargo de Director del Prestigioso Cold
Spring Harbor Laboratory; luego de que sus
apologías no lograran extinguir las llamas
que sus palabras, de tonos racistas,
encendieran durante una entrevista con el
noticiero inglés The Sunday Times.
Los dirigentes de Cold Spring Harbor
Laboratory, institución dedicada a la
investigación genética, tendrían razones de
más, para pretender estar ofendidos con el
controvertido, prepotente y, a menudo,
despreocupado científico; cuya especialidad
anatómica --- y jactancia personal --- es la
de no tener pelos en la boca.
Pero, no era Watson, quien les preocupaba.
Históricamente, sus jefes tenían razones
para estar nerviosísimos.
Una de las glorias inciertas, que olvidar
prefiere, el Cold Spring Harbor Laboratory
es la de haber servido como base para el
progreso de la ciencia de la eugenesia, en
los años treinta del siglo pasado.
¡Oh!
“Et tu, Brute?”
La eugenesia es la ciencia que propone la
superioridad racial y que refrenda poner en
acción y práctica los mecanismos de
“mejorar” la raza humana.
¡Todos! Como se aplicara en el sur de los
Estados Unidos.
Peccato!
¡Bien merecido! Dirían los agentes secretos
de la “Patrulla del Schadenfreude”.
Bien, merecido; y ¡Aplauso! Dirían los
científicos celosos y, a la vez, envidiosos.
¡Al fin!, dirían los anti-racistas…
Examinemos los factores de una tragedia que
tronchara una brillante carrera.
Todos sabemos quiénes son Watson, James
Crick y Maurice Wilkins, ganadores del
Premio Nobel en Medicina en el 1962 por su
decodificación de la estructura del ADN ---
la doble hélice más famosa.
Entra el espectro de Rosalind Franklin
(1920-1958)
Lástima que poco se conozca acerca de una
mujer, cuya muerte prematura de cáncer del
ovario, en el 1958, la descartara para
siempre, como candidata al galardón que
Crick, Watson y Wilkins compartieran---
aunque fuera ella quien descubriera los
mecanismos necesarios para que sus tres
renuentes colegas amasaran el botín y la
gloria asociada.
Los muertos no hablan o se quejan. Los
muertos, muertos estarán.
Pero la discriminación por ser mujer es algo
empotrado, y no extraño, en los pabellones
majestuosos donde se otorga el Premio Nobel.
Como tampoco lo fuera en los recintos
académicos, donde, por su curioso femenino,
Franklin languideciera.
Marie Curie esto, lo saborearía en carne
viva. (Véase mi ponencia: Celebrando la
Naturaleza: Celebrando la Mujer en Psikis y
monografías.com).
La pregunta que, de inmediato, surge,
prosigue:
¿Es que somos, en nuestros comportamientos,
tan diferentes a los demás animales?
Que no lo somos, de modo sustancial, es la
inspiración para esta tesis.
Pero, ¿si ganamos el premio Nobel?, entonces
sí que lo somos… así lo manifiestan muchos
de quienes lo ganaran.
Acerca de los laureados por este premio
tengo ponencias, incluyendo un análisis de
los orígenes del Premio.
Pero, otros podrán observar algo parecido, a
lo antedicho, basado en las palabras
filosóficas de Tevye, en la opereta musical,
Fiddler on the Roof: “Cuando se es rico
todos piensan que uno es sabio…”
La realidad cruda, y para muchos,
inadmisible, es que no somos ni tan
diferentes, ni somos tan especiales, aunque
pretendamos, a menudo, ser semidioses. (Hubris).
Watson lo demostraría, neciamente --- cuando
insinuara, sin evidencia científica para
hacerlo, que los negros son inferiores ---
como si los cromosomas codificaran por raza
y oportunidades culturales --- algo que
Darwin creyera, aún sin que llegara a saber
que los cromosomas existieran.
Darwin, pudo haber estado equivocado, en
esto y en otras cosas, como señaláramos en
mi ponencia: La Serendipia Revisitada en
Psikis y en monografías.com.
Pero, no lo estaría en este asunto.
Porque, le tocaría a Francis Galton, primo
de Darwin, fundador del movimiento de la
eugenesia como ciencia aplicada, ser
responsable por este mito científico.
Ciencia que nos recuerda de los macabros
experimentos y crímenes del nazismo
teutónico. Crímenes cometidos mientras los
soldados alemanes vociferaban “Lebensraum!”.
El síndrome del víctor
Una vez acumulado el prestigioso y codiciado
galardón, tanto Crick como Watson lanzarían
cruzadas de publicidad y literarias. Estas
últimas, a veces absurdas, en un esfuerzo a
demostrar al mundo, de modo patético, y a
menudo, irrisorio, del hecho de que sus
excursiones en todas las disciplinas
científicas, para las que tuvieran poco o no
entrenamiento, eran justificadas.
O, de que fueran omniscientes --- el
narcisismo sin límites del hombre --- el
hubris…
Es justo, en este espacio mencionar que
otros, entre los galardonados con el Premio
Nobel, Linus Pauling, destacado entre ellos,
se comportarían de modo parecido.
Linus Pauling --- dos veces recipiente del
premio --- como muchos podrán recordar,
mantuvo una obsesión con el uso de la
vitamina C. Y asimismo entretuvo un interés
inicial en el ADN.
Pero, Pauling, el excéntrico, sería especial
en muchos otros respectos. Único ganador de
dos premios no-compartidos. Uno en química y
el otro de la paz.
Wilkins, por su parte, no fue así. Este,
permanecería anónimo y distante al punto de
que hoy nadie lo nombra como otro
descubridor, que fuera, del ADN.
Sólo Watson y Crick…
Lo que Watson y Crick publicaron
Algunas de los libros que, ambos, tanto
Watson como Crick, escribieran, después de
ganar el premio ambicionado, resultarían
controversiales. Véanse: Astonishing
Discovery: The Scientific Search for the
Soul, por Crick, o el de Watson, muy
reciente (2007), Avoid Boring People:
Lessons from a Life in Science --- libros
que son, no tanto auto-laudatorios, como son
irrelevantes, por ser meros artefactos
comerciales sin mensaje alguno --- Pero, si
nuestros lectores, son incrédulos y desean
constatar mis impresiones, lean los libros,
o mejor aún, lean los reportes de los
críticos de los mismos, que se ofrecen en
muchos portales imparciales por todo el
Internet.
Selah…
Pero, antes de proseguir, ¿Qué fue lo que
dijo Watson que causara el barullo antedicho?
Para el beneficio de todos, en traducción,
he aquí lo que Watson dijera:
"Estoy intrínsecamente sombrío sobre los
prospectos futuros de África", porque "todas
nuestras estrategias sociales se basan en el
hecho de que los recursos intelectuales de
los africanos son idénticos a los nuestros…"
Watson luego agregó que le gustaría que
todos fuéramos iguales, pero que: "las
personas que tienen que lidiar con empleados
negros encontrarán que este no es el caso."
¡Big-Bang!
Pero aquí, hoy, hemos venido ---
parafraseando a Antony en Julius Cæsar, ni a
enterrar al científico Watson, ni a
ensalzarlo. (Véase: el discurso de Antony en
Julius Cæsar por William Shakespeare).
Aquí vinimos a decodificar las bases para su
aserción inoportuna.
Volvamos, entonces, a nuestra tesis.
Si se examina la estructura del ADN de los
chimpancés, bonobos u orangutanes,
encontraremos que nuestros componentes
genéticos son casi idénticos.
Es la razón por la que nos parecemos
bastante… Aunque los seres humanos negros y
los blancos, me arriesgo a afirmar, se
parecen aún más, genéticamente, entre ellos,
que con los simios --- por así decirlo.
Observemos algunas de las similitudes
físicas entre ellos y nosotros (aquí me
refiero a los monos, no a los negros), que
aun cualquier niño avispado, puede detectar:
• Nuestros cuerpos, en general, se parecen
mucho. Las diferencias son que las
proporciones son distintas y que ellos
tienen más pelo, cubriéndoles el cuerpo, que
el que nosotros tenemos
• Los simios poseen manos que manejan
instrumentos con destreza, como asimismo
hacemos nosotros con las propias. Habilidad
ésta de la que ningún otro vertebrado
disfruta
• Sus facciones son muy expresivas y
demuestran una variedad de emociones que nos
recuerdan de las nuestras
En este respecto, la Reina Victoria
compartió su apreciación de estos rasgos,
cuando viendo a Jenny, un orangután en el
jardín zoológico de Londres en el 1842,
reparó: “Es horrorosa, penosa y
repugnantemente, humana”.
Pero no todo se limita a las apariencias
físicas.
Los chimpancés, no sólo se asemejan a
nosotros, sino que comparten algunos de
nuestros comportes.
Veamos ejemplos:
• Adaptan, inventan y hacen uso de
herramientas sofisticadas
• Enseñan a sus hijos destrezas adquiridas
• Cazan, con sagacidad y astucia, animales
de presa
• En ocasión reprenden y castigan a sus
crías, o
• Se matan los unos a los otros --- como
nosotros tanto hacemos (Bush en Irak y,
anteriormente, cuando gobernaba en Texas)
• Establecen jerarquías y culturas
primitivas
• Forman pandillas para el combate o para
castigar los que transgreden sus reglas
naturales
• No hablan, pero usan el lenguaje de signos
con facilidad y talento
• Pueden aprender el desempeño de
actividades complejas
• Nuestro ADN es de 98 a 99% compartido con
ellos. Los que nos acerca más entre nosotros,
como género, que el de un ratón a una rata.
La parte más sorprendente, acerca de lo poco
que nos distingue de otros simios, es que
las representaciones de las diferencias en
el genoma, que son responsables por esas
disparidades, son casi invisibles --- tan
sorprendentemente minúsculas pueden ser. (Véase
mi ponencia: El Gen Homicida y Atavismos que
Matan en monografías.com).
¿No existen diferencias? Sí que éstas
existen. Nunca dijéramos que somos idénticos.
Veamos. La agricultura, el lenguaje, el
arte, la música, la tecnología, la filosofía,
la religión --- todos esos atributos que
únicamente poseemos y que nos hacen tan
desemejantes de los chimpancés y que, a su
vez, hacen que un chimpancé en un traje de
hombre aparezca tan extraño --- todos, están
de algún modo, codificados en nuestro genoma
y no en el de ellos.
¿Dónde se encuentran?
Nadie entiende, con precisión, dónde se
albergan esas aptitudes, o cómo funcionan,
pero en algún lugar recóndito; en el núcleo
de nuestras células se ensamblan manojos de
aminoácidos, dispuestos de manera precisa,
que nos confieren la capacidad mental de
reflexionar y de ser más astutos que
nuestros parientes más cercanos en el árbol
de la vida.
Esos aminoácidos nos otorgan la facultad del
habla, la capacidad de leer y escribir, de
componer sinfonías, de pintar obras maestras
y de investigar a fondo, la biología
molecular que nos explica por qué somos, lo
qué somos, y quiénes somos. (Para un
desglose sintético y preciso del genoma,
léase: The Tangled Wing por M. Konner).
Hasta tiempos recientes, no existía un
mecanismo que nos permitiera desenmarañar
nuestras diferencias.
Porque diferencias entre nosotros, los
chimpancés y otros simios, repetimos,
existen.
Las diferencias que poseemos, a veces, nos
otorgan algunas ventajas y asimismo
desventajas.
Tenemos cerebros muy complejos. Caminamos
verticalmente y hablamos.
Lo que son aportes ventajosos.
Pero, hay otras características que a
nosotros --- y no a ellos --- desfavorecen.
Somos susceptibles a ciertas formas de
malaria, al SIDA, y a la demencia de
Alzheimer --- dolencias, éstas que no
parecen afectarlos a ellos.
Todo permaneció un misterio, que, hasta
ahora, parecería indescifrable.
Pero cambios recientes iluminan la ruta de
salida en este laberinto.
Hace un año que genetistas anunciaron haber
logrado un esquema del genoma del chimpancé.
Lo que permitiría comparaciones acertadas de
nuestro ADN y el de los estos primates ---
nuestros parientes más próximos.
Esta última investigación ya ha
proporcionado información importante acerca
del desarrollo del cerebro humano dentro de
los últimos varios millones de años y,
posiblemente, acerca de nuestros
comportamientos reproductivos.
Sin dilación ni espera, en el avance de
estos descubrimientos cruciales, en Max
Planck Instituto de Antropología Evolutiva;
recientemente se anunció algo más asombroso,
desde el punto de vista de la ciencia: la
secuencia de una fracción del genoma del H.
Neanderthal --- la misma especie humanoide
que recordamos cuando mencionamos al hombre
de las cavernas.
Neandertales, como especies, se consideran
aún más lindantes genéticamente, con los
chimpancés que con nosotros.
Los neandertales desaparecieron, por
extinción, hacen decenas de miles de años;
pero, los investigadores están convencidos
de que, utilizando ADN extraído de un hueso
en su haber, cuya edad es de 38,000 años,
lograrán sus propósitos.
Como adición a los diseños genéticos, ya
estudiados, estarán los de los gorilas y los
de otros primates, justamente en el proceso
de ser secuenciados. De algún modo,
lograremos la explicación de qué es lo que
nos hace únicamente humanos y, esencialmente,
especiales.
Todos estos hallazgos pueden tener
implicaciones ciertas en el entendimiento de
enfermedades que nos plagan (la obesidad
entre ellas) y de sus explicaciones,
prevenciones y curas.
Nada es nuevo bajo el sol, dicen algunos.
Darwin había sugerido, en sus trabajos, que
los antropoides y los humanos descenderían
de un antepasado común. Lo que, le atrajo la
animosidad de quienes creyeran haber
establecido la edad de la tierra y la
presencia del hombre en la misma, con
precisión absoluta.
Uno de los más reputados de quienes
especularan en este respecto sería Dr. John
Lightfoot, un clérigo anglicano que en el
siglo XVII, estimó la Creación a ser
exactamente en el año 4004 AC.
Irónicamente, el crédito, por razones
oscuras, le fue asignado a otro clérigo,
también del siglo XVII, el obispo James
Ussher.
Pero, prosigamos con nuestra tesis, sin
reparar en los creacionistas y sus desvaríos.
A medida que los paleontólogos continúan
acumulando, a velocidad vertiginosa, la
evidencia genética proveniente de fósiles.
Una lista extensiva de características
anatómicas, incluyendo configuraciones de
forma, de la estación bípeda, del volumen
cerebro-craneal, de la configuración facial,
del tamaño de los dientes, y de la aposición
del pulgar --- siguen aumentando permitiendo
que nuestros conocimientos avancen y que
nuestros entendimientos progresen.
Evolución, o ¿involución?
Por medio de la aplicación y del uso de las
técnicas de la datación radiométrica se han
determinado los aspectos morfológicos de
algunos de nuestros semejantes cercanos, ya
desaparecidos, y de otros recientes, que
asimismo surgieran, y de cuándo estos
eventos tuvieron lugar.
Elaborados árboles familiares se han
reconstruido, que demuestran las relaciones
que existen entre los simios, los homínidos
del pasado muy remoto, y los nuestros.
Camino a sus descubrimientos, los
científicos aprenderían de nuevo las
lecciones por Darwin ya enseñadas --- lo que
él intuyera, acertadamente, como Freud
hiciera en el campo de la psicología, sin el
beneficio de los instrumentos modernos.
Concluimos, entonces, por la razón o la
fuerza:
Que sí. Que somos los descendientes de un
progenitor común, y que nuestra locomoción
bípeda emergería millones de años antes de
que evolucionara nuestro enorme cerebro.
Y que el H. S. sapiens, por todo su hubris,
es idéntico genéticamente a todos sus
semejantes, sin concesiones por raza.
Sin embargo, no sería hasta los años
sesentas, cuando los detalles de nuestra
relación física con los simios comenzaran a
ser entendidos.
El científico Morris Goodman de Wayne State
University, demostró, aislando una proteína
humana específica; que inyectándola a un
gorila y a un chimpancé, despertaba una
reacción inmune definida en ambos. Pero que
la misma inyección a orangutanes y gibones
producía no reacción.
En 1975 nació la nueva ciencia de la
genética molecular con la publicación de dos
artículos seminales en Berkeley, donde se
estimara con certidumbre que los chimpancés
y los seres humanos comparten entre el 98 y
el 99% de su material genético.
Otros descubrimientos nos conducirían a
reflexionar acerca de nuestra naturaleza
especial --- no entre nosotros --- sino con
otros primates.
En el 1998 se descubriría en San Diego que
los seres humanos poseen una forma alterada
de una molécula conocida como ácido siálico
en la superficie de sus células. Esta
particularidad explica la razón por qué los
seres humanos son susceptibles a
enfermedades que no afectan a los chimpancés.
Y, sí; es verdad, existen enfermedades que
afectan preferiblemente ciertos grupos
humanos y no otros.
Las razones no son las propuestas, y
descreditadas, por quienes conciben las
diferencias raciales como hitos de los dotes
cognitivos.
Más adelante se aislaron los genes del
conjunto FOXP2 que se creen responsables por
el desarrollo de la dicción entre los seres
humanos.
Evidentemente, humanos con un gene FOXP2
defectivo poseen dificultades en el
entendimiento de la gramática. (Véanse mis
artículos al respecto, y a los síndromes del
autismo y de Asperger en varios portales del
Internet).
Muchos otros estudios, que aquí no
mencionaremos por ser irrelevantes a esta
tesis, consistentemente explican que aun la
evolución del tamaño reducido de nuestros
músculos submaxilares --- hace dos millones
de años, fuera predeterminado.
Un asunto de envergadura y tamaño
Parece ser, que la envidia, narcisista, del
pene --- aun entre nuestras especies, no
todo lo controla… (Véanse asimismo mis
ponencias a este respecto).
Los tamaños se pliegan
Cuando aún no se había determinado el número
total de genes que constituirían nuestro
genoma, los estimados serían muy exagerados.
Se creía, inicialmente, que la secuencia
constituiría por lo menos de unos 100,000
genes. Cuando se estableciera el genoma, la
cifra esperada bajó a 25,000. Ahora el
estimado consiste de 22,000 --- lo que se
predice se reducirá, finalmente a 19,000.
Este número menor, sorprendente, e
inesperado, nos hizo claramente conscientes
de que los genes solos no dictan las
diferencias entre las varias especies.
Pensemos en qué pensaba Watson, cuando
hablara en días pasados.
Ahora sabemos que existen clavijas
moleculares pulsantes que indican a los
genes cuándo deben de prenderse y de
apagarse, como si fueran interruptores
eléctricos. Sabemos que los efectos del
entorno afectan el comportamiento de los
genes en la evolución y desarrollo de
nuestra especie.
Sabemos, además, por los estudios, de esa
ciencia que todos los estudiantes de la
medicina prefieren olvidar --- la
embriología --- que los desarrollos de
nuestros cuerpos en el útero materno
obedecen a leyes tan sorprendentes, como son
malentendidas y, aparentemente arbitrarias
--- aunque eminentemente exitosas --- por
ello, aquí estoy frente al servidor y
escribo.
Que una existencia intrauterina azarosa,
produce malos resultados en cualquier
individuo genéticamente intacto.
Ahora, adaptando la física sideral, nuestros
científicos han conformado conceptos
genéticos que, para explicar las mutaciones
de nuestras especies, responden al nombre de
la sustancia oscura --- los hoyos oscuros
del genoma… (Véase mi ensayo: La Teología de
la Relatividad en monografías.com, Psikis y
mexicoglobal.net).
Los que nos gobiernan la vida, sin que los
podamos ni visualizar.
Los científicos, hablan de un alfabeto
codificado en una “sopa de letras” que, si
se invierten, como en los errores
tipográficos, pueden causar estragos,
durante la reproducción curiosoual.
La vida no es simple. Y, la genética, como
la Biblia, no admite el concepto de la
dislexia. (Véanse mis artículos al respecto
en monografías.com y mexicoglobal.net).
Estudiando los caminos que nuestros genes
trazan y los que los de otros animales,
especialmente, los antropoides bosquejan,
nos asiste en la elucidación de nuestros
comportamientos --- ¿pero es todo?
Bueno… ya veremos…
¿Reproducción entre chimpancés y seres
humanos?
Ecos indelebles del pasado… Las huellas del
paleolítico…
José Darío, mi ficcional, compañero de
escuela, cuando ascendíamos, de jóvenes, en
una noche de tormentas, las cimas inhóspitas
de la loma Diego de Ocampo, nos sorprendió a
los demás scouts, cuando demandara silencio
para que él pudiera sigilosamente
refocilarse con una burra que paciera en la
vecindad del camino.
¿Zoofilia? Los australianos, de ser con las
ovejas, dicen que no, que es práctica
aceptable… (El Informe Kinsey realizado en
1950 indica que una población de entre 4% a
7%, de estadounidenses había tenido al menos
un contacto curiosoual con un animal).
La reproducción, entre los primates más
cercanos a nuestra especie, y la nuestra
está muy lejos de ocurrir, pero no yace
dentro del dominio de lo imposible o de lo
imprevisto.
Conociendo a José Darío. Les tengo pena a
los hijos de esa burra, si es que los
concibieran esa noche de ventarrones
atronadores.
Decodificando genéticamente al Neanderthal,
y otros ejercicios científicos no han
satisfecho nuestras preguntas urgentes.
¿Somos únicos genéticamente? O ¿somos
ligeramente desiguales?
¿Hemos arrebatado el fuego a los dioses?
Ya veremos…
¿Por qué al científico formal le interesa
constituirse en un Dios? ¿Porque el
científico de renombre y el hechicero creen
que son encarnaciones divinas?
La respuesta no reside en el genoma --- que,
como creencia, ya representa la más nueva de
todas, las nuevas religiones… Seguida de
cerca por la física sub-molecular o
sub-atómica. (Véase: Strange Beauty por G.
Johnson).
El genoma puede decirnos algo acerca de los
atributos que, como especies, poseemos.
Pero, nada nos dice acerca de los rasgos
personales y únicos, que, como individuos,
arrastramos al nacer.
No dos personas, aun mellizos idénticos, son
esencialmente las mismas. No todos los gatos
son iguales.
No todas las combinaciones genéticas, aunque
parezcan idénticas, producen individuos
clónicos.
Entonces, nuestras divagaciones en el campo
de la genética, sino fútiles son
improductivas, cuando las aplicamos a las
diferencias raciales.
Pero, ¿a dónde vamos con estas nuevas
teorías?
Vamos a tratar de explicar una vez más lo
que nos hace verdaderamente humanos.
Pero antes, les presento a todos, una
persona remarcable…
Esta sería una de las tres mujeres conocidas
en la ciencia del estudio de los primates
como los “Ángeles de Louis Leakey”.
Galdikas, estudió al orangután, Jane Goodall
los chimpancés y la tercera sería, la
martirizada Dian Fossey, quien fuera abatida
por asesinos, mientras laboraba y protegiera,
al gorila montañero.
Biruté, en uno de sus libros nos enseña que
las feromonas humanas no están muy lejos de
las de los simios en sus efectos. Habiendo
menstruado en la foresta, donde viviera con
su esposo aborigen, descartó sus paños
higiénicos en la vegetación circundante ---
no habían latas de basura en las selvas de
Borneo. Cuando, repentinamente fuera
sorprendida por un mono gigantesco, quien la
siguiera, portando su despojos higiénicos,
los que presionaba contra su nariz y en
disposición de violarla. (Véase: Reflections
of Eden por B. Galdikas).
Nada triste pasaría, pero aprenderíamos que
nuestros parientes cercanos, los monos,
pueden responder curiosoualmente a nuestros
olores y aromas curiosouales.
Tan seria fue la lección aprendida que
Galdikas aconseja a mujeres menstruantes, no
aventurarse en la jungla de Borneo.
En el semanario The Economist: All systems
Go, del 25 de octubre del 2007, aparece un
artículo que nos llena de optimismo acerca
de los avances recientes en el uso de los
conocimientos derivados de la genética
cuando éstos se acoplan al entendimiento de
los factores ambientales. En otras palabras
que el reduccionismo genético de que Watson
fuera culpable es posición tan desafortunada
como insensata.
De que pueden esperarse muchos
descubrimientos que nos beneficiarán a todos,
las compañías farmacéuticas, incluidas, no
existen dudas.
Lo que no podemos hacer científicamente, es
ni entronizar o deificar a quienes, por
accidente o talento hayan iluminado el
sendero.
Porque nos interesan los rompecabezas del
pensamiento humano queremos dedicar un
espacio de esta tesis al hubris.
De antemano, deseamos notar que, para esta
última sección, hemos consultado muchas
fuentes, especialmente las provistas por
ambas Wikipedias en español y en inglés.
Como acepción esta palabra tan útil, aun no
existe en el léxico autorizado por la RAE.
Sin embargo, su uso, informal se ha
extendido, por su fuerza de expresión y
elegancia sintética.
Una búsqueda en Google en español resultó en
3,490,000 respuestas incluyendo la
inesperada sorpresa de que existe una
película por ese título. La respuesta fue
obtenida en sólo 0.21 segundos de tiempo ---
lo que confirma nuestra impresión de que,
como palabra, en español, su uso no es raro.
Estudiemos la palabra misma como símbolo.
La hibris o hybris (en griego ὕϐρις húbris)
es un concepto que puede traducirse como
“desmesura” y que en la actualidad alude a
un orgullo o confianza, en uno mismo,
exagerados, resultando a menudo en merecida
retribución divina.
En la Antigua Grecia el vocablo, asimismo
aludía, a un desprecio temerario hacia el
derecho personal ajeno; unido a una falta de
control sobre los propios impulsos. Como
sentimiento era algo violento. Inspirado por
las pasiones exageradas, consideradas
enfermedades por su carácter irracional y
desequilibrado, características del
narcisismo patológico, que tanto hemos
estudiado y descrito. (Véase mi artículo: El
Caso de Dino, en monografías.com).
Como Eurípides afirmara:
Aquél a quien los dioses quieren destruir,
primero lo vuelven loco.
La hibris en la antigüedad
El hombre que comete hibris es culpable de
querer, como el político y el banquero, más
que la parte que le fuera asignada en la
división del destino.
La desmesura designa el hecho de desear más
que la justa medida que el destino nos
concede --- ahí se encuentra la comida. El
castigo a la hibris es la némesis, la
venganza de los dioses que tiene como efecto
retornar al individuo dentro de los límites
que transgrediera.
Heródoto lo expresa claramente en un
significativo pasaje:
Puedes observar cómo la divinidad fulmina
con sus rayos a los seres que sobresalen
demasiado, sin permitir que se jacten de su
condición; en cambio, los pequeños no
despiertan sus iras. Puedes observar también
cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo
contra los mayores edificios y los árboles
más altos, pues la divinidad tiende a abatir
todo lo que descuella en demasía.
Los americanos, así lo resumen: Mientras más
altos, más duro se dan cuando caen…
La hibris es un tema común en la mitología,
las tragedias griegas y el pensamiento
presocrático, cuyas historias incluían a
menudo a protagonistas que sufrían de hibris
y terminaban por tanto siendo castigados por
los dioses.
A los dioses no les agrada que compitan con
ellos. Por esa importante razón, el Dios del
Viejo Testamento insiste en que Él Es El
Único Dios --- en argumento con el
monoteísmo asumido, ya que otros dioses no
podrían existir.
Pero, parece que Él mismo, no estaba seguro
acerca de este detalle.
En el derecho griego, la hibris se refiere
con mayor frecuencia a la violencia ebria de
los poderosos hacia los débiles. De los
blancos hacia los negros. En la poesía y la
mitología, el término fue aplicado a
aquellos individuos que se consideran
iguales o superiores a los dioses.
El castigo por arrogancia también aparece
como tema en la Biblia:
• Adán y Eva son tentados a ser como Dios y
por ello expulsados del Jardín del Edén.
• La Torre de Babel fue erigida para llegar
al cielo, pero Dios la destruyó.
La hibris en la actualidad
Las consecuencias negativas modernas de las
acciones provocadas por la hibris parecen
estar asociadas a una falta de conocimiento,
interés y estudio de la historia, combinada
con un exceso de confianza y una carencia de
humildad.
Hibris es a menudo aplicado como término
peyorativo en política y ciencias sociales.
Como la hibris está relacionada con el poder,
suele ser usado por personas relacionadas
con partidos políticos de la oposición
contra aquellos que ostentan el poder.
El historiador británico Arnold J. Toynbee,
en su voluminoso Estudio de la Historia,
utiliza el concepto de hibris para explicar
una posible causa del colapso de las
civilizaciones.
¿Es el hubris vanidad?
La vanidad es la excesiva confianza y
creencia de la propia capacidad y atracción
muy por encima de otras personas y cosas.
Esto último define, biográficamente, a
Watson.
En algunas enseñanzas religiosas se la
considera como una forma de idolatría en la
que uno rechaza a Dios por lo que hace uno
mismo. Las historias de Lucifer y Narciso
(de donde se ha sacado el término
"narcisismo") son ejemplos demostrativos de
lo que puede llevar a ser un completo
vanidoso.
Friedrich Nietzsche escribió lo siguiente al
respecto: "La vanidad es la ciega propensión
a considerarse como individuo excepcional,
no siéndolo...", asimismo, Mason Cooley dijo
"la vanidad bien alimentada es benévola, una
vanidad hambrienta es déspota".
Ahora es nuestro turno de aplicar estos
conocimientos…
Como en seguida haremos.
El caso de Desdémona en la Tragedia de Otelo
La tragedia de Shakespeare tiene lugar en
Venecia del siglo XVII.
Desdémona fue una mujer que traspasara las
normas de la moralidad curiosoual existentes en
la época.
No sólo desafió a Brabante, su padre, sino
que contrajo nupcias con un moro --- u
hombre de color.
Rompiendo las barreras morales y raciales
del período, la heroína del drama ponía en
duda la autoridad paterna, y por, ende la
del hombre.
Pero, el acto más reprensible para todos
sería la miscegenation, o el mestizaje ---
que, curiosamente, como sinónimo español
adquiere la connotación degenerativa.
Por supuesto, todo no termina bien y aún
derivamos el concepto del Síndrome de Otelo
o celos patológicos. (Véase mi ponencia:
Trilogía del amor: El amor, el Odio y los
Celos en monografías.com).
La xenofobia, y el temor de lo extraño y lo
exótico es parte de toda cultura primitiva,
y es admisible que esté codificada en los
genes, para asistirnos en la lucha por la
existencia.
Pero el prejuicio, al que Freud, por ser
judío, no fuera extraño. El prejuicio social
al que tantos dominicanos, por ser hijos
ilegítimos son sujetos, y el prejuicio
racial al que todos sometemos a nuestros
semejantes --- especialmente, contra quienes
a nosotros más se parecen, es algo muy
humano y que origina en el hubris. (Véanse
mis ponencias al respecto).
El hubris confiere poder avasallante. Poder
este, que precisamente, fuera lo que
Shakespeare quisiera destruir en su obra. (Véase:
Sex in History por R. Taylor).
El hubris hizo de los Estados Unidos una
casa dividida que lo condujo a una horrible
lucha fratricida.
Lucha que aun no termina. Como bien sabemos.
No hay lugar en la ciencia para intensificar
las llamas del odio racial, y que quien lo
haga; lo haga como ganador del premio más
exaltado conferido a los científicos. Y más
reprensible resulta, que lo hace sin bases
provistas por la ciencia misma, en la que
descollara y la que explicaría su error.
(Para apreciar las palabras inspiradoras del
Rev. Martin Luther King Jr. Léase mi
contribución: ¡Libres al Fin! en
monografías.com).
Por supuesto, Desdémona, como Martin Luther
King, pagaría por su libertad con el precio
de su vida.
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All Systems Go: The Economist Oct. 25, 2007
Un Agradecimiento
muy especial al
Dr. Félix E. F. Larocca,por su
colaboración con este portal y sobretodo
por el contenido tan bien realizado
esperamos sea de gran ayuda a la
juventud de Hispanoamerica .
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