Así pues, al objetivo personal de crecer permanentemente, elaborando un proyecto propio de vida que nos permita vivir de acuerdo al mundo que nos rodea, se agrega otro, tan importante como éste; como lo es el objetivo a nivel social de elevar la calidad de vida de la población, puesto que todos vivimos en sociedad, por lo que cada logro personal enriquece a todo el entorno.

De ahí nuestra responsabilidad de comprometernos con nuestra propia formación, con alegría y entusiasmo, teniendo como meta un crecimiento continuo que impida que nos vayamos quedando atrás.

Es sumamente importante adquirir la autodisciplina necesaria para realizar este esfuerzo, que buenos frutos nos dará. Y para lograrlo, es imprescindible la motivación. Y la mejor manera de sentirse estimulado es ahorrando esfuerzos inútiles, lo que nos permitirá disfrutar más de la tarea.

Un auxiliar invalorable para cumplir estas metas son las técnicas de estudio, ya que sin procedimientos adecuados se logra un crecimiento limitado, lo que restringe nuestro desarrollo como ser humano.

Su función consiste en enseñar cómo aprender, ayudando a adaptarse a los cambios, ya que los conocimientos van caducando con el tiempo. Brindan herramientas a la persona para estar apta para la búsqueda continua de nuevas ideas y la adquisición de nuevas destrezas, que son las bases fundamentales para la adquisición del sentimiento de seguridad que todos precisamos para sentirnos realmente realizados.

Facilitan la comprensión, permitiendo descubrir nuevos conocimientos, recreando nuestra propia personalidad para estar en concordia con todas las situaciones que debamos vivir.

Y todo esto se debe a que enseñan a observar, experimentar y, fundamentalmente, a pensar.

No se trata de simples recetas, ya que cada persona las adecua a su propia personalidad y necesidades según a lo que piense; pero lo que si es universal es su utilidad como poderoso instrumento de crecimiento personal y desarrollo integral de todo ser humano.